miércoles, 8 de febrero de 2012

De cómo los días se volvieron de un gris perla acentuado.

Da igual la hora que sea, eso dejó de importarme ya hace mucho tiempo. En realidad, ya nada importa. Después de esto, todo deja de cobrar sentido. O al menos, el sentido que segun mi parecer, las cosas deberían de tener.
La existencia es frágil, vulnerable, y con tan solo un toque de dedos puedes trastocarla, girar su rumbo o maniobrar su  timón y aligerar la marcha.
¿Qué es pues, ser, vivir, conlfuir con este mundo? Yo ya no sé dar respuesta a ninguno de los interrogantes que se me presentan como luces de neon ante mi vista.
Es, como si de alguna manera, una ceguera temporal ante la vida se hubiera apoderado de mi.
Algunos gustan de llamarla tristeza, otros consideran más correcto utilizar la palabra ''melancolía'', y luego están los extremistas, que suelen apodarla depresión.
Yo acostumbro a llamarla compañera del alma. Es cursi, es cómico, es trágico quizás. Pero ¿Qué otro nombre debería otorgarla?
La saludo cada día cuando salgo a la ventana. Respiro profundamente e inhalo el aroma fresco del invierno; la pequeña mezcla perfecta entre el olor a café por las mañanas, la madera quemada, y el asfalto húmedo.  Son cosas que antes, de un modo u otro, me hacían sentir viva. Sí, esa es la palabra.
Vida. Es como si en lugar de vivir, permaneciera en un trance constante y perpetuo en el cual, las lagrimas y un vacío insistente y aplacante fueran mis mejores amigos.
Ya os lo he dicho, los saludo por la mañana, mientras me fumo  de corrido el primer cigarrillo del día y me pregunto, ¿Hasta dónde irá esto a parar?

1 comentario:

  1. Menos mal que te empecé a seguir, porque perderse tus textos tiene que ser como ir al infierno. Me encanta leerte :$

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